Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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A. Bauleo: La empiria poética


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LA EMPIRIA POÉTICA  (*)

Armando Bauleo


No es poco el asombro o el desconcierto que sufre el lector frente a un texto de psicopatología psicoanalítica, cuando dicho texto se inicia con una poesía.

Dicha poesía, perteneciente al autor del libro titulada “La connaissance de la mort”(1), es el preludio de una serie de artículos analíticos. Tratando temas de investigación clínica, esos artículos son sintéticos, concisos, casi comprimidos, es necesario leerlos entrelíneas, corren el riesgo de ser banalizados sin un “Freud anterior”, e intentan comunicar, como en un estudio preliminar, la labor que se estaba realizando.

Así el autor, poeta y psicoanalista, se expresa bien en poesía mientras lo hace apresuradamente y apretado cuando debe mostrar sus trabajos.

“Los trabajos de Pichon-Rivière sobre esquizofrenia son sólo teóricos” se lamentaba Herbert Rosenfeld, “no ha descripto su aproximación clínica”(2). Pero la cuestión era cómo invitarlo a escribir, más allá de una mera comunicación o una conferencia, ya que como él mismo comentaba, la dificultad se encontraba en corregir las “pruebas de imprenta” ya que ellas siempre llegan cuando “uno está pensando de otra manera esas mismas cosas”.

De lo que se infiere que para Pichon, entre la escritura y la “actualidad del pensamiento” hay una línea quebrada.

Pero si el escribir era difícil, no lo era menos lo que se quería transmitir. Se trataba de construir una psicopatología que establecía su punto de partida en las vicisitudes de la vida cotidiana (o de la muerte cotidiana) y que hoy la tomaríamos como un mojón para un discurso sobre la psiquiatría sin manicomio, tan deseado por Basaglia.

En resumen, nos hallamos con una psicopatología que se ensayaba describirla a partir de Artaud(3), por lo tanto se buscaban “climas” y formas de expresión.

En su sala de espera, elegantemente iluminada, sobre una pequeña mesa, se encontraba Alcool de Apollinaire, como una invitación a prepararse y colocarse en “asociación”.

Digámoslo, Pichon-Rivière un lector empedernido, no pertenece al campo de la escritura, sino al territorio del narrador, comentador, romancero, relator.

Su material fundamental era la leyenda, ese género propio del habla, del tránsito, de la comunicación inmediata e infinita, historia cuyo espacio se reinventa constantemente y que resiste al tiempo.

No era el orador de grandes masas, sino el de la “reunión alrededor de un fogón” en la cual reinan, poseyendo la noche como fondo, los comentarios, las anécdotas, los relatos, sobretodo los recuerdos.

En esas circunstancias nocturnas lo fantasmático se desliza, nadie pregunta la realidad o la verdad de lo dicho, ahí están para escuchar, hablar cuando llegue la ocasión, para “dejarse llevar” a confines que a ninguno le interesa precisar, la palabra se halla encarnada.

Los grupos operativos recogen esa tradición de la reunión “alrededor del fogón”. Ellos como operar empírico, se centraban alrededor de la tarea. Son muchos los que adhirieron pero sólo para tomarlo al pie de la letra. ¡Justamente en Pichon! en el cual los pies se hallaban en cualquier lado de la significación, menos en la tierra.

La tarea posee connotaciones infantiles, educativas, terapéuticas, laborales, creativas las que provocan en el integrante de un grupo un halo de extraña proximidad.

“Nuestro enemigo es la neurosis” había inventado Bion (4) para que jugaran a la guerra, en grupo, los militares afectados de neurosis traumática, mientras él investigaba, más allá del “grupo de trabajo”, los supuestos de base que surgían a cada momento impidiendo la comunicación del sufrimiento.

La motivación sobre la tarea se la encuentra siempre en lo anterior al grupo y el futuro se halla en el después del grupo. “La situación grupal” aparece como puro presente.

Otra noción compleja en su definición es la de Emergente, ya que él sería todo aquello que permite comenzar el trabajo de interpretación.

El emergente es un signo de cualidades o capacidades multifacéticas ya que puede ser un lapsus en un individuo, un gesto en un grupo, una muerte en una institución, o un tipo colgado en un parapeto aventurando un suicidio, con una multitud expectante debajo, para lograr, por ejemplo, un empleo.

Tarea y Emergente fueron las ideas de base para organizar un pensamiento sobre los grupos. Establecen una clave de lectura para las situaciones grupales ya que poseen “esa fuerza” de precisar una dirección y una intención, y esa presencia cuyo efecto de realidad se engarza en los objetos a tratar. Pero, a su vez, también son bifrontes, como sucede con el encuadre blegeriano, se refieren a algo exterior que correlativamente tiene una presencia fantasmática.

En el desarrollo del pensamiento sobre los grupos se fue estableciendo la urgencia de hablar del “grupo interno”. Se considera “grupo interno” esa estructura que se va construyendo, a través de una labor diaria, con los restos de experiencias vividas, con personajes significativos, con imágenes cargadas de emoción, con vinculaciones extravagantes impensadas, con residuos de sentidas fantasías.

Es el grupo con quien dialogamos en soledad, y que sólo los delirantes tiene la falta de pudor de mostrarlo en público.

Estamos frente a una noción clínica central, subrayamos: sin la posibilidad de entrever al grupo interno es imposible la interpretación. Es él quien la necesita para dejar de manipular al “grupo externo”.

Es el emergente quien nos deja vislumbrar las diversas relaciones entre grupo interno y grupo externo, así como los juegos identificatorios, las transferencias recíprocas, la gama de relaciones objetales, el intercambio proyectivo-introyectivo, las persecuciones, así como las tristezas y los innumerables sentimientos confusionales.

Pero a su vez el emergente tiende un puente entre psicopatología y configuración familiar. El paciente emerge de una familia como portavoz de la conflictiva colectiva. En él se han depositado tensiones, duelos, crisis, miedos y conflictos no sólo no elaborados, sino sobretodo acallados, petrificados en la trama familiar.

Entonces el emergente o, mejor dicho, la sucesión de emergentes van indicando el camino, denuncian lo transcurrido, haciendo posible “espiar” los acontecimientos, así como inventar interpretaciones y crear construcciones.

Aquella poesía como acápite de un entrelazado de artículos, como estos mismos, ¿no serían emergentes de tiempos y lugares, de historias externas como internas, de otros y del mismo Pichon, mudándose de Ginebra (en la lejana Suiza), a Corrientes (extravagante provincia mesopotámica argentina), arribando luego a Buenos Aires (la reina del Plata al decir del tango)?.

Encontramos los “Scritti Corsari” de Pier Paolo Pasolini  para leer ese primer tomo de los textos de Pichon.

“La ricostruzione di questo libro è affidata al lettore. È lui che deve ricongiungere passi lontani che però si integrano”. A esta nota introductiva de Pasolini agrega luego el editor “... si trata de interpretare la realtà del nostro tempo”.

Pasolini ayuda a entender a nuestro autor. Los artículos son leídos a la manera en que se escucha una leyenda, siguiendo el esbozo de los emergentes. Se trata de palpar la tarea, y con una semi-consciencia (o semi-inconsciencia) nos “colocamos” para orientarnos en el laberinto en el cual ya estamos insertados. Es decir no leemos desde “fuera” sino desde “dentro” del texto.

Pero si así sucede en la lectura de un libro ¿por qué no en la cotidianeidad?.

La problemática de “interpretar la realidad” nos acerca imperceptiblemente a nuestra práctica diaria ya que constituye las raíces de una concepción psicopatológica cuya profundidad está en la superficie. Pichon-Rivière nos enseñaba que la conducta patológica debería ser considerada como “un déficit de la adaptación activa a la realidad”.

Entonces, la vivacidad del grupo interno se demuestra cuando elabora una constatación, una interpretación y una intervención, la contrapartida sería la rigidez del estereotipo, la burocracia internalizada.

Retrocedamos en el tiempo, 1962, el momento de aparición del libro de Liberman La Comunicación en terapéutica psicoanalítica (6). El prólogo es de Pichon-Rivière que lo inicia con una cita del Sartre de la Razón Dialéctica (7).

Se abre con esa cita una cuestión del orden interdisciplinario, mejor dicho, de vinculación entre los conocimientos.

Pichon-Rivière reinventa una Epistemología convergente que había extraído de un artículo de Gusdorf (8) y que le servía para comentar las relaciones entre saberes diversos. ¿Por cuál motivo no estarían vinculados el psicoanálisis, la sociología, la lingüística, la filosofía, la poesía y el arte?, por ejemplo. Como él mismo expresa, en los primeros grupos operativos realizados en el Hospicio, para resolver una crisis provocada por una problemática social, participaban profesionales, personal paramédico y pacientes “curados”, ya que todos de diversa manera y desde distintas perspectivas tenían una idea sobre la enfermedad mental. El conocimiento provenía de la experiencia vivida y era necesario “instrumentalizarlo”, a través de los grupos, para elaborar el sufrimiento. Dejaba traslucir que la tarea podía ser un puente para la vinculación entre los saberes.

Aquí la tarea como metáfora se traslada de un campo a otro del conocimiento. ¿Cuál tarea?. Pichon decía “esa” que están realizando, en tanto interpretaba los emergentes.

De nuevo una reconstrucción, de nuevo el juego del rompecabezas, para no quedar atascados en la resistencia al cambio. En las últimas líneas de ese prólogo:

“Quizás sea mi deseo que éste sea el tema [se está refiriendo a la idea que el investigador psicoanalítico está incluido en el propio campo de trabajo] de un tercer libro, y que cumpla “otra vuelta de espiral” para producir una elaboración de esa “relación dialéctica” que se establece entre paciente y analista”.

 Entonces, frente a un libro que emerge aparece el deseo de “otra vuelta de espiral”, como temiendo que su discípulo y amigo quedase atrapado en lo impreso, siendo el tema requerido (nada más ni nada menos) una reflexión sobre la contratransferencia. Liberman lo escuchó escribiendo varios libros que abrieron una serie estupenda de perspectivas.

Armando Bauleo
Venecia 1994

(*) Artículo publicado en la Revue de Psychothérapie Psychoanalytique de Groupe. 1er semestre 1995. Dedicado a E. Pichon-Rivière.

(1) Pichon-Rivière, E.: Del psicoanálisis a la psicología social, tomo 1. Ed. Galerna, 1972.

(2) Rosenfeld, H.: Pie de página 79 en Estados Psicóticos, Ed. Hormé, 1974, Buenos Aires.

(3) Artaud, A.: referencia metafórica a Nouveaux écrits de Robez. L´imaginaire. Ed. Gallimard, 1977.

(4) Bion, W.: Experiencias en grupos, Ed. Paidós, 1960, Buenos Aires.

(5) Pasolini, Pier Paolo: Scritti Corsari, Ed. Garzanti, 1980.

(6) Liberman, D.: La Comunicación en terapéutica psicoanalítica. Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1962.

(7) Sartre, J. P.: Crítica de la Razón Dialéctica. Ed. Losada, 1967, Buenos Aires.

(8) Gusdorf, L.: Revista Diógenes, Buenos Aires, 1960.


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La empiria poética

 

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